Tiziano, El rapto de Europa, (1559-1562). |
Recordemos
aquel 4 de noviembre de 2017 en París, donde un hombre atravesaba la galería
Bartoux cargando en brazos una escultura de Fernando Botero. Aquel sábado,
Maternita estaba siendo robada de forma pictórica y similar a la escena El rapto de Europa, donde Zeus, convertido en toro seducía y raptaba sobre su
lomo a la bella Europa… Claro que esta vez, la princesa estaba valorada en
493.000 dólares.
Serviría de metáfora este pasaje mitológico de la Metamorfosis de Ovidio, tan
representado a lo largo de la historia por artistas como Tiziano, Rubens,
Rembrandt, Boucher… y Botero entre ellos, para visualizar la manera en la que
el arte es arrastrado a un mercado sin escrúpulos.
Por
tanto, no nos extrañemos si los titulares siguen anunciando escenas como
aquella del 16 de febrero de 2018, en el que la policía francesa descubrió a
Las Coristas de Edgar Degas viajando en una maleta de la bodega de un autocar.
Está demostrado que junto al tráfico de drogas, armas, trata de personas y blanqueo de capital, el tráfico ilícito de bienes culturales sigue estando en el punto de mira de la Unesco y de la Interpol.
Está demostrado que junto al tráfico de drogas, armas, trata de personas y blanqueo de capital, el tráfico ilícito de bienes culturales sigue estando en el punto de mira de la Unesco y de la Interpol.
Por
supuesto, las obras del maestro colombiano se han sumado a este deseo de rapto, llegando a protagonizar entre 1990 y 2017 episodios donde encapuchados, robos
por encargo, mercado negro y falsificaciones, han ido confirmando las tramas
delictivas que siguen existiendo en el intercambio y venta de obras, en un
mercado todavía poco transparente.
Nuevamente
“Arte” se torna sinónimo de poder, especulación, comercio y capital en un año
en el que vuelve a crecer su mercado con EEUU y China a la cabeza. Bajo este contexto internacional en el que coleccionistas, tasadores, inversores y
casas de subastas de alto standing se ponen de acuerdo para etiquetar a los
artistas es donde Los músicos de Botero llegó a venderse en 2006 por 2,03 millones
dólares. Con este apetito podríamos decir que a estas alturas regalar
un Botero sería tan imprudente como lo fue obsequiar a la corona española con el tesoro de los Quimbaya en 1893.
Pero
aun teniendo talento, quién iba a decirle al pintor años atrás que sus obras
acabarían lucrando a una élite… Porque no puede decirse
que haya tenido la misma suerte la antioqueña Débora Arango, comenzando porque
nació mujer y demasiado inteligente para una época inmersa en la mentalidad
conservadora y patriarcal de principios del siglo XX. Y aunque no le faltó valía y coraje para desafiarla no
obtuvo el reconocimiento internacional merecido. Algo habitual en la historia
del arte…, ya sabemos que al margen de la genialidad de los artistas; su futuro,
repercusión y estima, no lo determina ni el artista ni
el espectador, sino los intereses de esa “pequeña esfera
opaca” que conforma el mercado del arte y que, en esencia, poco tiene que ver
con la sensibilidad artística.
Lejos de abrir un debate sobre la evaluación de los artistas, que las obras de
Botero sean “mucho más que figuras gordas” no suele ser tan obvio para el
espectador que arrastrado por la publicidad, tiende cada vez más a calcular el peso de las voluptuosas figuras en dólares..., ese es el riesgo
de tener una valoración tan en alza al tiempo que una maldición del mercado
para el autor y su espectador.
Porque,
a pesar de su éxito, Botero a sus 86 años ha demostrado ser un artista comprometido con la
actualidad y su sociedad. Un autor que no le pide permiso al mercado para recordar a través de su obra Masacre de Mejor Esquina una noche de 1988 en la que veintisiete personas fueron acribilladas por un grupo de
paramilitares en la Región Caribe de Colombia, ni tampoco le tiembla la mano al denunciar las torturas
realizadas en 2003 por militares estadounidenses a prisioneros en la cárcel de
Abu Ghraib en Iraq.
Resulta por tanto, un alivio para el Patrimonio Cultural y la Memoria Colectiva que Botero haya donado parte de sus obras a instituciones como el Museo Nacional y al Museo de Antioquia, capaces de salvaguardar de miradas rapaces parte de este otro “tesoro Quimbaya” con el que cuenta Colombia.
El
4 de agosto se abre el telón de la exposición temporal El joven maestro Botero,
obra temprana (1948-1963), en el Museo Nacional de Colombia... veamos cómo se
desarrolla la función de la obra de un Botero sin (todavía) etiquetar y si se
produce o no, al margen de ese voraz mercado del arte, una genuina reacción
entre Botero y su espectador…