sábado, 25 de febrero de 2017

LA MÚSICA COMO RELATO HISTÓRICO


Oswaldo Guayasamín

“La música es el supremo misterio de las ciencias del hombre, aquel contra el que chocan, y que esconde la clave de su progreso”.

C. Levi-Strauss.

Alan Lomax1, etnomusicólogo, analizó las distintas variaciones y peculiaridades que adquiría la música de acuerdo con la estructura social y nivel de subsistencia de aquellas áreas donde era producida. Lomax, llegó a la conclusión de que en aquellas zonas donde los sistemas de subsistencia eran menos avanzados la música elaborada traía consigo determinadas particularidades; escalas musicales con notas ampliamente separadas, mayor número de repeticiones del texto en las canciones, la utilización de uno a dos instrumentos,  acompañamiento musical con pasos sencillos de baile… Así pues, si conferimos credibilidad al estudio de Lomax, la evolución de los ritmos y estilos musicales de cada cultura se fragua en relación a elementos externos; condiciones climatológicas, topografía del lugar, sistemas de organización social, niveles de producción, formas pensamiento...y, como no, influencias culturales.


Camilo Egas

Visto así, un estilo musical por sí mismo encierra mucho más que armonía: su sonido puede resultar poético y eufórico al tiempo que, a modo de latido, revela una vasta información histórica. Pongamos como ejemplo el vallenato:
En Colombia, tierra que comparte el atlántico y el pacifico, y cuyo territorio se extiende con variedad de climas sobre llanuras, montañas, selvas tropicales..., la mezcla de tribus indígenas, afrodescendientes, mestizos, criollos y la gran afluencia de migraciones producidas a lo largo de la historia han dado lugar a una rica amalgama de repertorios y estilos musicales que aún perduran en el país.  Este sería el caso del vallenato, declarado Patrimonio Inmaterial y definido por el Ministerio de Cultura de Colombia como “un género musical nacido de la confluencia de tres expresiones culturales: los cantos de vaquería de los campesinos, las músicas de gaitas y maracas junto con las expresiones de los indígenas de la costa Caribe colombiana, y los instrumentos musicales europeos, entre los que se destaca el acordeón diatónico”.
De esta manera el vallenato, producto de la convergencia de distintas manifestaciones culturales, podría interpretarse como metáfora de una democratización cultural.

Hermann Friedrich Birkigt (1940-1960).
Si observamos el mapa de Colombia con sus extensas regiones y tenemos en cuenta su historia no será difícil hacer un flash back y visualizar el sinfín de movimientos culturales que han ido migrando, dejando su huella por estas tierras y creando sincretismos culturales.
Si bien, para comprender la raíz del vallenato como manifestación cultural debemos retroceder más de un siglo a los cantos de vaquería del Valledupar. Para aproximarnos a estos cantos podemos imaginar extensas zonas ganaderas donde la brisa es entrecortada por un agudo sonido, un alarido que dirige a la manada; vieja tradición donde el campesino construye versos durante el traslado del ganado. Este sería el hábitat donde se creó el canto de vaquería, un espacio sin asfalto cuyos únicos vehículos eran los animales, donde no se necesitaba más reloj que las oscilaciones de la naturaleza.

Como en los cantos de vaquería, componer versos es lo que precisamente hace el vallenato, relatos ficticios o crónicas lugareñas; lo que es indudable es la fuerte dosis de imaginación que se invierte en cada historia.
Así pues, como cuadro representativo del vallenato en su origen, permitamos que desfilen por nuestra mente escenas en blanco y negro de músicos a caballo recorriendo la geografía caribeña, narrando de pueblo en pueblo historias cotidianas, reflexiones personales o improvisando en duelos cantados sin más armas que sus versos y su acordeón... 

Así recordaba García Márquez el sonido de aquellos acordeones: “No sé qué tiene el acordeón de comunicativo que cuando lo oímos se nos arruga el sentimiento...Yo, personalmente, le haría levantar una estatua a ese fuelle nostálgico, amargamente humano, que tiene tanto de animal triste 2”.


Oswaldo Guayasamín,
El violinista, 1967.
Las partituras musicales funcionan como “libros históricos”, fuentes testimoniales de la historia cultural de los pueblos, sólo que escritos con otro vocabulario y grafía. Al tocar los instrumentos las partituras dejan de ser simples notas escritas sobre un soporte inerte para convertirse en un sonido liberado, sonido que revela un testimonio histórico.

Podría decirse que cada partitura tocada es una historia pasada resucitada y dinamizada en el presente, como apuntó García Lorca en la conferencia “Las nanas infantiles”: “Mientras una catedral permanece clavada en la época, dando una expresión continúa de ayer al paisaje siempre movedizo, una canción salta de pronto, de ese ayer, a nuestro instante, viva y llena de latidos como una rana, incorporada al panorama como arbusto reciente, trayendo la luz viva de las hojas viejas, gracias al soplo de la melodía...”.

Aunque el Patrimonio Cultural pueda transmitirse a través de múltiples soportes; catedrales o música, pinturas o bailes... y su salvaguarda tenga distintos tratamientos, en la interpretación que hacemos de él, separar lo material de lo inmaterial carece de sentido ya que en todo objeto material descansan significados y datos que forman parte de su cultura inmaterial. Así, el antropólogo Álvaro Soto se refiere a la arqueología como “una traducción para la mente occidental sobre lo que la mente del indio quería expresar”. 
En consonancia a esta perspectiva, la idea de Patrimonio Cultural puede ser esbozada como  una esfera compuesta por dos partes anexionadas, una material y otra inmaterial, ambas ligadas de tal forma que el funcionamiento y significado de cada parte sólo cobra sentido al tener en cuenta su parte correlativa.

Si bien, el Patrimonio Inmaterial conforma una peculiaridad; es una expresión “viva”, dinámica, va mutando con el paso de los años y como todo ser vivo, si dicha expresión se momifica, muere.


Camilo Egas

Bajo este contexto, García Márquez defendía que toda manifestación musical vive una retroalimentación temporal al participar de un presente diferente al que fue creada: “Todo género tiene su edad, es decir la novela de hoy no es la misma novela de hace un siglo ni la de hace dos ni la de hace tres, lo mismo ocurre con el vallenato […] A mí lo que me preocupa es la tendencia que hay hoy de academizar el vallenato, a ser la academia del vallenato, para decir cuál es legítimo cual no lo es y cuál sí. Es eso es lo que le critico yo a la academia de la lengua, que la academia de la lengua tiene preso el idioma, es una academia de policía que agarra las palabras y las pone presas, y las que no están allá adentro esas no se pueden usar 3”..


La construcción de identidad y del patrimonio colectivo depende por tanto de factores externos propios de cada época; procesos sociales, políticos, estructuras en la comunicación, posibilidades técnicas..., por ello, cada manifestación cultural como “seña de identidad” es redefinida con el tiempo. En esta línea Gustavo Bell, explica que “no existe identidad cultural entendida como una forma definida de una vez por todas desde siempre y para siempre” sino “una identidad cultural redefinida constantemente en función de la dinámica de los procesos sociales.”


Guillermo Wiedemann
La música goza de esta capacidad adaptativa; se manifiesta a través de una infinita amalgama de combinaciones rítmicas que se encuentran en continuo proceso de creación.  
Manifestaciones inmateriales como la música son sentidas dentro de cada sociedad como un elemento de identidad, sin embrago, tal como apunta Joan Frijolé en Inversión simbólica, identidad étnica: “La identidad, del tipo que sea, no es únicamente algo que se siente o piensa, sino algo que se debe manifestar abierta y públicamente”.

Por tanto, la expresión, difusión y protección del Patrimonio Inmaterial son indispensables para el desarrollo de la identidad, como relato histórico y enriquecimiento cultural ya que, recordando una cita de A. Machado en referencia a la cultura: “Solo se pierde lo que se guarda; solo se gana lo que se da”.




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1HARRIS, M.: Introducción a la Antropología general. Madrid. Alianza, 2009, pág. 401.
2GONZÁLEZ, H.: “La música vallenata, según Gabriel García Márquez”, Panorama Cultural, El periódico cultural de la costa Caribe, 19/11/ 2014. Consultado en Línea: http://panoramacultural.com.co/index.php?option=com_content&view=article&id=2513:la-musica-valenata-segun-gabriel-garcia-marquez&catid=3&Itemid=160
3Entrevista García Márquez con Ernesto McCausland. Consultado en línea: https://www.youtube.com/watch?v=2h7ZslgRFfU
4BELL, G.: “Prólogo” en WADE, P.: Música, raza y nación.