sábado, 16 de septiembre de 2023

LA IMAGINACIÓN COMO COMPLEMENTO DE LA ARQUEOL0GÍA



Dalí, Reminiscencia arqueológica del Angelus de Millet,1935.

“¡Cuantísimas páginas de dudosas crónicas podríamos desechar con frecuencia a cambio de unas cuantas piedras dejadas unas sobre otras!...más hemos aprendido de Grecia por los fragmentos amontonados de su escultura que, incluso, por sus dulces aedas o sus historiadores soldados”.

J. Ruskin, La lámpara de la memoria.
  

Si retrocediésemos al romanticismo, para muchos de los viajeros del siglo XIX un trozo de piedra vieja, derruida, silenciosa, recubierta de musgo, ennegrecida por el paso del tiempo, agrietada, cargada de testimonio histórico producía fascinación, nostalgia, melancolía...emocionaba. La ruina, como manifestación material de una cultura desaparecida, invitaba a descubrir el enigma de un pasado desconocido, a revelar su autenticidad, en definitiva, a construir una historia.

Con el paso de los siglos, el cambio de mentalidad ha llevado reforzar las medidas protección y conservación del Patrimonio Arqueológico, de este modo se han podido rescatar fascinantes historias como la que encierra las ruinas romanas de la Ensenada de Bolonia, tapizadas por las dunas desde el siglo VII d.C.:

“[...] Entre las ruinas de la vieja ciudad, vi el cuerpo de una estatua de alabastro fino y de tamaño mayor que el natural; nuestro guía decía que su padre la había visto entera, pero que como era un ídolo de los “gentiles”, los habitantes, buenos católicos, la hicieron pedazos. [...] Nos contó que se habían encontrado urnas y monedas antiguas pero que se habían tirado porque esos descubrimientos no eran habituales en España”.

John Conduitt, 1917, Carteia  
(Noticias de un viajero sobre Baelo Claudia).


Dalí, Imagen ambivalente, 1933.
De esta manera, los hallazgos arqueológicos han ido despertando esta vieja ciudad pesquera que yacía bajo las capas de arena en la Ensenada de Bolonia, allí estaba enterrada su memoria, con su gente, sus objetos, costumbres, jolgorio... como si una ráfaga de arena las hubiese convertido en estatuas, inmóviles y olvidadas frente al mar. El yacimiento arqueológico nos revela el esqueleto de esta ciudad romana; la estructura de sus casas, de sus templos, su teatro, foro, mercado, termas..., es a través de cada piedra desenterrada que conocemos la rutina, dinámica, mentalidad y cultura de su población.  Sus ruinas nos aportan los datos documentales y el rigor científico necesarios para poder imaginar el ambiente que vivía la ciudad: el bullicio y el olor del mercado, los pleitos entre la gente, las discusiones en el foro, el ajetreo de los comerciantes, el funcionamiento de las fábricas de pescado, las mercancías embarcando rumbo a Tánger...
La arqueología por tanto, se manifiesta como una “recolectora de historias”; rescata trozos de piedra, de vasijas, de huesos... para reconstruir y evocar la historia de aquellas personas que tan solo nos han dejado como prueba de su existencia una leve huella. Ejemplo de ello podremos apreciarlo tras leer esta inscripción que arranca como un capítulo más en la historia de la antigua ciudad pesquera:


“Isis Murionima, te confío el robo del que soy víctima. Haz por mí actos ejemplares conformes a tu divinidad inatacable y a tu majestad. [haz] modo que quites la vida, a la vista de todos, a quien lo ha hecho, a quien [me] ha quitado o a su heredero, una manta de cama blanca, un cobertor nuevo, dos colchas para mi propio uso; te ruego ¡ oh soberana mía! Que castigues este robo”.

Plegaria Templo de Isis, (Inscripción realizada por un habitante de Baelo Claudia).


Dalí, Composición, 1942.
Al tiempo que las medidas jurídicas en materia de patrimonio se fortalecen son varios los especialistas que manifiestan su preocupación frente al desinterés que muestra la sociedad hacia el Patrimonio Arqueológico. Situación inquietante si tenemos en cuenta que, tal como estipula la LEY 16/1985 del Patrimonio Histórico Español, el patrimonio sólo cobra sentido como “valor social”, producto de la estima que le tengan los ciudadanos.

Ante el insólito desequilibrio existente entre el desapego social por el Patrimonio Arqueológico y los avances en materia de Arqueología,  A. Castillo plantea la necesidad de averiguar qué lugar ocupa la Arqueología en el "imaginario ciudadano 1Cuestión indispensable si como expresa Amalia Pérez –Juez Gil,  gran parte de la sociedad, desconoce el significado que encierra la idea de Patrimonio Arqueológico:



“Las ruinas y lo que está enterrado. Así definiría un importante sector de la población el patrimonio arqueológico [...] Si no lo definieran así, probablemente se acordarían de Indiana Jones y su búsqueda del Santo Grial, por la impresión que les produjeron las sobrecogedoras arquitecturas esculpidas de Petra 2”.

Amalia Pérez –Juez Gil, Gestión del Patrimonio Arqueológico.



Ante esta situación parece ineludible la necesidad de generar un encuentro, una armonía entre la población y la arqueología, pero ¿cómo generar este vínculo? Si la mayor parte de la población identifica el concepto de Arqueología con los pasajes de películas de exploradores y arqueólogos quizás sea porque estas historias son relatadas desde un atrayente lenguaje cinematográfico que activa velozmente los sentidos del público.
Es indudable que el lenguaje utilizado en las fichas de los museos no está en igualdad de condiciones que el lenguaje cinematográfico; presentar un pedazo de vasija o los huesecillos de un metatarso desglosado y numerado bajo una terminología técnica no ayuda a despertar los sentidos. Los restos arqueológicos expuestos en una vitrina se presentan como elementos fríos y distantes sacados de su hábitat, sin alma...es difícil generar un vínculo bajo estas condiciones.


Dalí, Momento de transición, 1934.

Descubrir e investigar con rigor científico es una aventura apasionante en la que ya se necesita cierta dosis de imaginación que ayude a recomponer los elementos perdidos, reconstruir y comprender las historias. No cabe duda de que toda materia carga su propia historia pero si ésta no ha podido ser revelada, al menos, debe dejarse abierto ese túnel a la imaginación ya que sin ella difícilmente podrá lograrse tal vínculo: la emoción. Por tanto, podríamos considerar a la imaginación como un complemento de la Arqueología, un elemento que parece ser incompatible con el rigor científico pero que sin él la sociedad no podría maravillarse con sus hallazgos. 

Cuantos no habremos escondido alguna vez bajo tierra un tesoro y desenterrado años después para comprobar con sorpresa y emoción que ahí seguía, ya oxidado, magullado por los años aunque cargado de doble historia. Quizás todos prefiramos ser arqueólogos más que visitantes de lo "ya descubierto". Trasmitir a la sociedad lo "ya descubierto" conlleva otra tarea, no tan apasionante como descubrir pero no menos laboriosa; despertar en la sociedad la emoción por lo descubierto. Para ello, el rigor científico y la técnica no deben cohibir la imaginación del público, al contrario, deben funcionar como guía y como aval, teniendo en cuenta que el pasado sólo puede visitarse a través de este instrumento: la imaginación.

Chirico, Melancolía, 1912.
La arqueología viaja a través de las épocas; descubre la perforación del casco de un soldado de la época de Alejandro Magno, los collares y brazaletes griegos que algún día llevó el “ya espíritu” de una muchacha de la época helenística, encuentra el escudo rayado de un gladiador romano, recupera el soporte de un espejo que tanto ha reflejado con el paso de los años... ojalá ese espejo hubiese sido una cámara digital para reproducir todas aquellas imágenes que registró. 
La arqueología descubre elementos que reconstruyen costumbres y episodios vividos por otros. Cuando el visitante imagina es el momento en el que logra apropiarse de ese trozo de arqueología, de ese trozo de historia; queremos tocar lo que otros tocaron, mirar lo que otros miraron, sentir como otros sintieron...

La ruina hoy en día puede seguir despertando curiosidad, admiración y sensibilidad sólo hace falta recurrir a la imaginación como complemento de la arqueología e instrumento para “desenterrar una historia”:

“La lápida saltó en pedazos al primer golpe de la piocha, y una cabellera viva de un color cobre intenso se derramó fuera de la cripta. El maestro de obra quiso sacarla completa con la ayuda de sus obreros, y cuanto más tiraban de ella más larga y abundante parecía, hasta que salieron las últimas hebras todavía prendidas a un cráneo de niña. En la hornacina no quedó más que unos huesecillos menudos y dispersos, y en la lápida de cantería carcomida por el salitre sólo era legible un nombre sin apellidos: Sierva María de Todos los Ángeles [...]”.

Gabriel García Márquez. Del amor y otros demonios.




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1CASTILLO, A.: “Reflexiones sobre la “recuperación arqueológica” en espacios históricos y su aportación a la vida ciudadana: ¿un reto o una utopía?” en Actas del Congreso Internacional sobre Documentación, Restauración y Reutilización del Patrimonio Arquitectónico, Vol.1, 2013, pág. 235.

2PÉREZ –JUEZ GIL, A.: Gestión del Patrimonio Arqueológico: el yacimiento como recurso turístico. Barcelona. Ariel, 2006, pág. 33.