Dalí, Reminiscencia arqueológica del Angelus de Millet,1935. |
“¡Cuantísimas páginas de dudosas crónicas
podríamos desechar con frecuencia a cambio de unas cuantas piedras dejadas unas
sobre otras!...más hemos aprendido de Grecia por los fragmentos amontonados de
su escultura que, incluso, por sus dulces aedas o sus historiadores soldados”.
J. Ruskin, La lámpara de la memoria.
Si retrocediésemos al
romanticismo, para muchos de los viajeros del siglo XIX un trozo de piedra
vieja, derruida, silenciosa, recubierta de musgo, ennegrecida por el paso del
tiempo, agrietada, cargada de testimonio histórico producía fascinación,
nostalgia, melancolía...emocionaba. La ruina, como manifestación material de
una cultura desaparecida, invitaba a descubrir el enigma de un pasado
desconocido, a revelar su autenticidad, en definitiva, a construir una
historia.
Con el paso de los siglos, el cambio de mentalidad ha llevado reforzar las medidas protección y conservación del Patrimonio Arqueológico, de este modo se han podido rescatar fascinantes historias como la que encierra las ruinas romanas de
“[...] Entre las ruinas
de la vieja ciudad, vi el cuerpo de una estatua de alabastro fino y de tamaño
mayor que el natural; nuestro guía decía que su padre la había visto entera,
pero que como era un ídolo de los “gentiles”, los habitantes, buenos católicos,
la hicieron pedazos. [...] Nos contó que se habían encontrado urnas y monedas
antiguas pero que se habían tirado porque esos descubrimientos no eran
habituales en España”.
John
Conduitt, 1917, Carteia
(Noticias de un viajero sobre Baelo Claudia).
Dalí, Imagen ambivalente, 1933. |
De esta manera, los hallazgos arqueológicos han ido despertando esta vieja ciudad pesquera que yacía bajo las capas de arena en la Ensenada de Bolonia, allí estaba enterrada su memoria, con su gente, sus objetos, costumbres, jolgorio... como si una ráfaga de arena las hubiese convertido en estatuas, inmóviles y olvidadas frente al mar. El yacimiento
arqueológico nos revela el esqueleto de esta ciudad romana; la
estructura de sus casas, de sus templos, su teatro, foro, mercado, termas..., es a través de cada piedra desenterrada que conocemos la rutina, dinámica, mentalidad y cultura de su población. Sus ruinas nos aportan los datos documentales y el rigor
científico necesarios para poder imaginar el ambiente que vivía la ciudad: el
bullicio y el olor del mercado, los pleitos entre la gente, las discusiones en
el foro, el ajetreo de los comerciantes, el funcionamiento de las fábricas de
pescado, las mercancías embarcando rumbo a Tánger...
La arqueología por tanto, se manifiesta como una “recolectora de historias”; rescata trozos de piedra, de vasijas, de huesos... para reconstruir y evocar la historia de aquellas personas que tan solo nos han dejado como prueba de su existencia una leve huella. Ejemplo de ello podremos apreciarlo tras leer esta inscripción que arranca como un capítulo más en la historia de la antigua ciudad pesquera:
La arqueología por tanto, se manifiesta como una “recolectora de historias”; rescata trozos de piedra, de vasijas, de huesos... para reconstruir y evocar la historia de aquellas personas que tan solo nos han dejado como prueba de su existencia una leve huella. Ejemplo de ello podremos apreciarlo tras leer esta inscripción que arranca como un capítulo más en la historia de la antigua ciudad pesquera:
“Isis Murionima, te
confío el robo del que soy víctima. Haz por mí actos ejemplares conformes a tu
divinidad inatacable y a tu majestad. [haz] modo que quites la vida, a la vista
de todos, a quien lo ha hecho, a quien [me] ha quitado o a su heredero, una
manta de cama blanca, un cobertor nuevo, dos colchas para mi propio uso; te
ruego ¡ oh soberana mía! Que castigues este robo”.
Plegaria Templo de Isis, (Inscripción realizada por un habitante de Baelo Claudia).
Al tiempo que las medidas jurídicas en materia de patrimonio se fortalecen son varios los especialistas que manifiestan su preocupación frente al
desinterés que muestra la sociedad hacia el Patrimonio
Arqueológico. Situación inquietante si tenemos en cuenta que, tal como estipula
la LEY 16/1985
del Patrimonio Histórico Español, el patrimonio sólo cobra sentido como “valor
social”, producto de la estima que le tengan los ciudadanos.
Ante el insólito desequilibrio existente entre el desapego social por el Patrimonio Arqueológico y los avances en materia de Arqueología, A. Castillo plantea la necesidad de averiguar qué lugar ocupa la Arqueología en el "imaginario ciudadano 1”. Cuestión indispensable si como expresa Amalia Pérez –Juez Gil, gran parte de la sociedad, desconoce el significado que encierra la idea de Patrimonio Arqueológico:
Ante el insólito desequilibrio existente entre el desapego social por el Patrimonio Arqueológico y los avances en materia de Arqueología, A. Castillo plantea la necesidad de averiguar qué lugar ocupa la Arqueología en el "imaginario ciudadano 1”. Cuestión indispensable si como expresa Amalia Pérez –Juez Gil, gran parte de la sociedad, desconoce el significado que encierra la idea de Patrimonio Arqueológico:
“Las ruinas y lo que está
enterrado. Así definiría un importante sector de la población el patrimonio
arqueológico [...] Si no lo definieran así, probablemente se acordarían de
Indiana Jones y su búsqueda del Santo Grial, por la impresión que les
produjeron las sobrecogedoras arquitecturas esculpidas de Petra 2”.
Amalia
Pérez –Juez Gil, Gestión del Patrimonio Arqueológico.
Ante esta situación
parece ineludible la necesidad de generar un encuentro, una armonía entre la
población y la arqueología, pero ¿cómo generar este vínculo? Si la mayor parte
de la población identifica el concepto de Arqueología con los pasajes de películas
de exploradores y arqueólogos quizás sea porque estas historias son relatadas
desde un atrayente lenguaje cinematográfico que activa velozmente los sentidos
del público.
Es indudable que el
lenguaje utilizado en las fichas de los museos no está en igualdad de
condiciones que el lenguaje cinematográfico; presentar un pedazo de vasija o
los huesecillos de un metatarso desglosado y numerado bajo una terminología
técnica no ayuda a despertar los sentidos. Los restos arqueológicos expuestos
en una vitrina se presentan como elementos fríos y distantes sacados de su
hábitat, sin alma...es difícil generar un vínculo bajo estas condiciones.
Dalí,
Momento de transición, 1934.
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Descubrir e investigar con rigor científico es una aventura apasionante en la que ya se necesita cierta dosis de imaginación que ayude a recomponer los elementos perdidos, reconstruir y comprender las historias. No cabe duda de que toda materia carga su propia historia pero si ésta no ha podido ser revelada, al menos, debe dejarse abierto ese túnel a la imaginación ya que sin ella difícilmente podrá lograrse tal vínculo: la emoción. Por tanto, podríamos considerar a la imaginación como un complemento de la Arqueología , un elemento que parece ser incompatible con el rigor científico pero que sin él la sociedad no podría maravillarse con sus hallazgos.
Cuantos no habremos escondido alguna vez bajo tierra un tesoro y desenterrado años después para comprobar con sorpresa y emoción que ahí seguía, ya oxidado, magullado por los años aunque cargado de doble historia. Quizás todos prefiramos ser arqueólogos más que visitantes de lo "ya descubierto". Trasmitir a la sociedad lo "ya descubierto" conlleva otra tarea, no tan apasionante como descubrir pero no menos laboriosa; despertar en la sociedad la emoción por lo descubierto. Para ello, el rigor científico y la técnica no deben cohibir la imaginación del público, al contrario, deben funcionar como guía y como aval, teniendo en cuenta que el pasado sólo puede visitarse a través de este instrumento: la imaginación.
Cuantos no habremos escondido alguna vez bajo tierra un tesoro y desenterrado años después para comprobar con sorpresa y emoción que ahí seguía, ya oxidado, magullado por los años aunque cargado de doble historia. Quizás todos prefiramos ser arqueólogos más que visitantes de lo "ya descubierto". Trasmitir a la sociedad lo "ya descubierto" conlleva otra tarea, no tan apasionante como descubrir pero no menos laboriosa; despertar en la sociedad la emoción por lo descubierto. Para ello, el rigor científico y la técnica no deben cohibir la imaginación del público, al contrario, deben funcionar como guía y como aval, teniendo en cuenta que el pasado sólo puede visitarse a través de este instrumento: la imaginación.
Chirico,
Melancolía, 1912.
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La
arqueología viaja a través de las épocas; descubre la perforación del casco de
un soldado de la época de Alejandro Magno, los collares y brazaletes griegos
que algún día llevó el “ya espíritu” de una muchacha de la época helenística,
encuentra el escudo rayado de un gladiador romano, recupera el soporte de un
espejo que tanto ha reflejado con el paso de los años... ojalá ese espejo
hubiese sido una cámara digital para reproducir todas aquellas imágenes que
registró.
La arqueología descubre elementos que reconstruyen costumbres y episodios vividos por otros. Cuando el visitante imagina es el momento en el que logra apropiarse de ese trozo de arqueología, de ese trozo de historia; queremos tocar lo que otros tocaron, mirar lo que otros miraron, sentir como otros sintieron...
La arqueología descubre elementos que reconstruyen costumbres y episodios vividos por otros. Cuando el visitante imagina es el momento en el que logra apropiarse de ese trozo de arqueología, de ese trozo de historia; queremos tocar lo que otros tocaron, mirar lo que otros miraron, sentir como otros sintieron...
La ruina hoy en día puede seguir despertando curiosidad, admiración y sensibilidad sólo hace falta recurrir a la imaginación como complemento de la arqueología e instrumento para “desenterrar una historia”:
“La lápida saltó en
pedazos al primer golpe de la piocha, y una cabellera viva de un color cobre
intenso se derramó fuera de la cripta. El maestro de obra quiso sacarla
completa con la ayuda de sus obreros, y cuanto más tiraban de ella más larga y
abundante parecía, hasta que salieron las últimas hebras todavía prendidas a un
cráneo de niña. En la hornacina no quedó más que unos huesecillos menudos y
dispersos, y en la lápida de cantería carcomida por el salitre sólo era legible
un nombre sin apellidos: Sierva María de Todos los Ángeles [...]”.
Gabriel
García Márquez. Del amor y otros demonios.
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1CASTILLO,
A.: “Reflexiones sobre la “recuperación arqueológica” en espacios históricos y
su aportación a la vida ciudadana: ¿un reto o una utopía?” en Actas del
Congreso Internacional sobre Documentación, Restauración y Reutilización del
Patrimonio Arquitectónico, Vol.1, 2013, pág. 235.
2PÉREZ
–JUEZ GIL, A.: Gestión del Patrimonio
Arqueológico: el yacimiento como recurso turístico. Barcelona. Ariel, 2006,
pág. 33.