martes, 19 de agosto de 2025

VOCES POR LA PAZ, LA UNIDAD Y LA JUSTICIA SOCIAL



Una pancarta ondeada en Santa Marta el 20 de julio (foto propia) 
Una pancarta ondeada en Santa Marta el 20 de julio (foto propia)

                        

© NatalieVolkmar Ossa / Publicado en Desde Abajo


Sus huellas, caligrafiadas en las piedras de los ríos, talladas en los troncos de los árboles, tatuadas en las paredes de las universidades, y en los morrales de los estudiantes. Allí están, serpenteando con vigor las calles, iluminando los túneles de la ciudad a través de murales que convocan sus nombres. Su recuerdo revive desde la mirada de los otros, y de tantas voces en Colombia que dan continuidad a sus sueños. Ellos y ellas, asesinados por defender los derechos humanos, su territorio y el medio ambiente, por denunciar los abusos del poder y desvelar la historia no oficial, también estuvieron presentes aquel 20 de julio en el que el canto de la Independencia, emitido desde la perla del Caribe, desplegó sus alas al hilvanar la idea de dignidad, libertad y justicia social. Allí mismo, frente a la oficialidad del acto y bajo una arboleda, se ondeaba una nítida pancarta que rememoraba a los héroes del Magdalena, custodiada por un grupo de costeños de profundos ojos negros en colaboración con los chiquillos que, tras trepar a las ramas, lograban amarrarla y tensarla con mayor pericia. Los rostros de cada uno de ellos, Zully Codina, sindicalista y periodista, Alfredo Correa de Andréis, sociólogo, maestro e investigador, Jorge Adolfo Freytter Romero, docente y sindicalista…, proyectaban el reflejo de miles de personas represaliadas durante décadas; voces indómitas contra la desigualdad social, el crimen organizado, el terrorismo de Estado, y la ocultación de la verdad.

Dicha conmemoración, celebrada en el marco de un desfile militar desligado de toda narrativa belicista, lejos de limitarse a un recordatorio histórico, trazó un horizonte de reflexión en torno a un abanico de propuestas sociales, en un contexto de anhelo por la paz en el que se fusionó la diversidad con las flores, la prevención con la cultura, la patria con las oportunidades, los uniformes con los libros, y la paz sin sumisión.

En aquella arboleda, personas de diversas generaciones, resguardadas entre el amor y el dolor, esperaban pacientes y expectantes el discurso del presidente de la República, cuyas palabras, que aludían a la poesía e ingenio de García Márquez, también hicieron referencia a los ausentes que habitaban aquella pancarta de gran dimensión simbólica, y hacia quienes cobijaban su recuerdo.

La esperanza hizo eco para abrazar a la población palestina con la invitación de Gustavo Petro a abandonar la soledad y cederle el paso a la solidaridad; en concordancia con la reciente cumbre del Grupo de La Haya celebrada en Bogotá, en la cual se alertó de la amenaza que suponen los experimentos aéreos de Israel contra Gaza, espejo de aquellos que pulverizaron Gernika y materializaron la deshumanización en la II Guerra Mundial.

A la mañana siguiente, la cotidianidad retomó su rutina. El vendedor de periódicos regresó a su habitual esquina cerca al Museo del oro Tairona, en cuyo interior perviven creencias prehispánicas como la de los Ettes, indígenas que colgaban figuras de perros en las hamacas para ahuyentar el mal y escoltar sus sueños, lo cuales recibían como reales. No tan alejados de ellos, nos debatimos en la actualidad cómo proteger los nuestros del retorno y perversidad del racismo, de sus ejércitos empleados para la muerte, de las cadenas y celdas para los migrantes, de los falsos relatos y persecución a periodistas, de los golpes blandos que ignoran la voluntad del pueblo, de la impunidad…Cada día, los titulares nos anuncian la esfera de violencia que azota al mundo. En Colombia, a los líderes sociales les siguen arrebatando la vida por intereses ocultos; en Argentina, Milei carga de odio contra los periodistas; en EEUU, Trump pretende adoctrinar en las escuelas con una historia falsificada; en España, los inmigrantes trabajadores del campo en Torre Pacheco (Murcia) se recuperan de la caza neonazi, alentada por el partido ultraderechista Vox, al más aterrador estilo de la película La Jauría Humana.

Si bien, las reflexiones que nos dejó aquel 20 de julio, mantienen su pulso activo en un llamado a la unidad; acompañando nuestros pasos, aquí y allá, en una trenza de retos y rebeldía contra el declive de la humanidad.

Así, en cualquier rincón del mundo; una música, una pieza de baile, unas gotas de lluvia sobre el rostro, la mirada amiga de un desconocido, o una rockera de bella sonrisa mestiza cuya letra rompe la monotonía del tráfico de Bogotá, nos recuerdan la lucha de tantos ausentes que dieron su vida por un mundo en el que todos, indistintamente del color de las ideas, religiones o banderas, podamos soñar, expandir las alas y volar…

 

Publicado en Desde Abajo